Por Dario González
Ver Parte 1
Al fin estaba en Nagano y no podía creer que no conocería a los famosos macacos de Jigokudani. En la oficina de turismo habían revisado las cámaras del parque y no había monos en la zona por lo que terminé conociendo el bellísimo Castillo de Matsumoto y el templo Zenko.
La ruta a Jigokudani
La mañana siguiente inició con más calma. A pesar de que la señorita me había dicho que volviera a su oficina para revisar las cámaras, decidí no hacerlo y me fui directo al andén de la línea Nagano Dentsetsu (por la salida norte de la estación) donde compré mi Snow Monkey Day Pass (US$30) que me permitiría hacer uso de los autobuses y trenes de la línea local. Después fui a la tienda de conveniencia en busca de mi desayuno y de ahí directo a esperar el autobús express.
El autobús express me llevaría a la parada Kanbayashi Onsen Guchi (KOG) y el viaje duraría poco más de una hora. Este autobús sale únicamente a las 10:15hrs por lo que debes estar a tiempo en la parada ubicada en la puerta sur de la estación de Nagano. Otra forma de llegar es tomando un tren hasta la estación Yudanaka y desde ahí un autobús hasta KOG. Los horarios de ida y regreso de autobuses y trenes son limitados, por lo que es siempre importante revisar las tablas de horarios para organizar tu regreso.
Tras el relajante recorrido y al llegar a la parada final me encontré con la simple y peculiar fachada del Museo Roman Shiga Kogen, dedicado al arte con vidrio romano cuyas exhibiciones, se dice, van más allá de nuestra era. Debo admitir que sonaba interesante, pero mi objetivo eran los macacos así que seguí de largo y comencé mi caminata de poco más de 2km.
Nuevos amigos
Justo al inicio de la ruta me encontré con algunos alojamientos tradicionales, pero un hotel en específico llamó mi atención por su linda fachada. Se trataba del Kanbayashi Hotel Senjukaku, el mejor de la zona me atrevería a decir. Si te estabas preguntando en dónde podrías quedarte aquí, tendrás sin duda algunas opciones. Más adelante me encontré con un par de cafés y por último el centro de información del parque desde donde comienza el camino a través del bosque.
Como era de esperase, el color verde estaba por todos lados y sumándole el sonido de los riachuelos, sin olvidar el clima fresco, el paseo fue casi terapéutico. El sendero estaba en excelente estado por lo que la caminata no representó esfuerzo alguno. Además, hay áreas de descanso por si necesitas tomar un respiro. De hecho, fue en una de ellas donde me encontré a una pareja de retirados a quienes saludé. Eran un matrimonio originario de Australia y llevaban ya un mes de viaje por Japón. Platiqué con ellos cerca de quince minutos y aunque quería aprender más de su viaje, íbamos a ritmos muy diferentes por lo que amablemente me despedí y continué sin ellos.
Finalmente llegue a la entrada del parque que parecía una casa ubicada en una pequeña colina. Mostré el pase de trenes que compré por la mañana y entré con mucha emoción. Llegué justo a la hora del “almuerzo” (12:00hrs), ya que uno de los encargados traía una cubeta con una especie de granos que esparcía por el césped y los macacos ansiosos tomaban los mismos del suelo.
Antes de proseguir con mi relato, debo aclarar que todos los macacos del parque son animales silvestres y por naturaleza agresivos. Solo bajan al parque a disfrutar de las aguas termales y esos “refrigerios” que les proporcionan. Debes siempre mantener una distancia prudente, no alimentarlos y lo más importante: no mirarlos directo a los ojos, puesto que representa una señal de amenaza para ellos.
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Para mi fortuna el clima de ese día contribuyó mucho a mi visita puesto que había suficientes macacos en el parque. Son, sin duda, animales simpáticos, especialmente los bebés, que se la pasan jugueteando, corriendo y empujándose unos a otros. Honestamente, es tan divertido e interesante admirarlos que puedes perder noción del tiempo tomando fotografías y videos. No hay más que hacer aquí que estar con ellos y disfrutar de su naturaleza pura.
La mejor temporada para visitar el parque es en invierno puesto que el frío hace que más macacos bajen a zambullirse en las aguas termales. Además de que puedes sacar mejores fotografías en los escenarios nevados. Sin embargo, hay ocasiones en que la nieve cubre tanto el sendero que puede ser imposible llegar al parque, así que planea muy bien tu visita y revisa bien los pronósticos del clima si piensas hacerlo en esa temporada.
¿Y ahora qué?
Después de pasar cerca de hora y media en el parque decidí despedirme, sin querer hacerlo, de mis amiguitos. Regresé con más calma y una gran sonrisa por el mismo sendero y mientras lo hacía revisé el panfleto con los horarios de autobuses y trenes de regreso a Nagano. Decidí entonces hacer una breve parada en un lugar llamado Obuse, sin conocer nada del sitio. Sólo me bastó con verlo en la tabla de paradas de regreso a la ciudad.
Llegué a la parada de autobús y en la banca había un hombre mayor, originario de Las Vegas, quien también esperaba el transporte. Me platicó sobre su experiencia en el país y de algunos otros países que había estado visitando en los últimos años disfrutando su retiro. Unos minutos después mis amigos australianos llegaron también y juntos abordamos el bus hacia la estación de tren Yudanaka.
Al llegar a la estación, abordamos el tren de regreso. Mis amigos y yo nos sentamos en la misma fila, aunque en lados opuestos y casi una hora después llegué a Obuse, donde me despedí de ellos. Curiosamente nunca pregunté sus nombres.
La estación de Obuse fue la más pequeña que visité durante todo mi viaje y me resultó bastante encantadora. Al cruzar las vías directo a la estación busqué panfletos de información turística, pero para mi sorpresa todos estaban en japonés y tuve que aventurarme sin más que Google Maps.
Eran cerca de las cuatro de la tarde y el pueblo estaba muy tranquilo. Poca gente deambulaba por sus calles. Me olvidé del mapa en mí teléfono y decidí caminar sin rumbo. Fue así como me percaté de la belleza del lugar. Si buscas una experiencia totalmente japonesa, entonces este es el sitio ideal. Los pocos restaurantes y tiendas que encontré en el camino tenían sus menus y anuncios en japonés. Incluso los pequeños mapas que te encontrabas en la zona centro estaban sólo en ese idioma.
Seguí caminando sin rumbo y decidí no entrar a ningún restaurante, pues no confié del todo en lo poco que conocía del idioma. De un momento a otro decidí echar un vistazo a la tabla de trenes y me dí cuenta que el próximo salía en quince minutos, y después de ese no había otro hasta dentro de hora y media. Entré en pánico, pues a pesar de que el lugar era muy lindo, no podría quedarme más tiempo. Así que aceleré el paso y regresé a la estación justo a tiempo.
De regreso a Nagano pensé en lo mucho que me gustaría regresar a Obuse, con más conocimiento del idioma, para una mejor experiencia y conocer el templo Gashoin, ubicado en las afueras del templo. Había caminado tanto que mis pies ya no querían responder, así que regresé a mi hotel para descansar y concluir así dos maravillosos días en Nagano.
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[…] ver a los macacos el día siguiente? Próximamente te lo contaré en la parte 2 de este […]